Una de las grandes reflexiones a las que debe enfrentarse todo sujeto viviente con un mínimo de interés por comprender un poco su vida, y debería hacerlo alejado de las moralinas de las películas de superhéroes tan de moda hoy en día ¿Qué es eso del bien y el mal?
La datación oficial de este cuestionamiento tiene origen en el siglo V antes de cristo, cuando pensadores y filósofos griegos observaron y estudiaron reflexionaron sobre el proceso de como comenzaban a llegar rumores y noticias de las costumbres de los pueblos vecinos, muchas tomadas con asombro y disgusto, y clasificadas socialmente como malas, desde su punto de vista.Dicha reflexión de lo bueno y lo malo no surge de un enfrentamiento entre fuerzas del bien absoluto y fuerzas del mal absoluto, simplemente surge del enfrentamiento a lo diferente, y a su necesidad de compararlo frente a lo cotidiano, que siempre pasa más desapercibido por la costumbre.
¿Existe el bien y el mal?
Sería inútil gastar muchas palabras reintentado justificar que no existen el bien y el mal absolutos, que dependen del punto de vista del que juzga.
Vivimos en un mundo con diversas culturas, y las costumbres, ideologías y creencias varían de los sujetos de una a otra, de ahí el concepto antropológico de relativismo cultural, incluso muchas de las sociedades, como la nuestra, no son homogéneas, hay multitud de opiniones diferentes conviviendo.
También es cierto que pese a creer en lo anteriormente dicho actualmente se suelen caer en dos fallos muy comunes por los que creemos en nuestros conceptos por encima de ningún otro:
- Absolutizar nuestras creencias pensando que los demás opinan como nosotros.
- Creer que para estar adaptado a una sociedad hay que adoptar obligatoriamente sus creencias morales.
Cuando uno tiene en cuenta estos dos fallos comunes puede observar que lo bueno y lo malo depende de cada uno y de su punto de vista hasta que alguien viene y le dice que no es así, igual que un médico dice “dejar de beber lejía sería bueno para usted” sin tener en cuenta que lo que queremos es el suicidio, a cada afirmación sobre lo bueno o lo malo deberíamos enriquecerla con el punto de vista del que procede “desde el punto de vista de la salud sería bueno que usted dejara de beber lejía”, “desde mi punto de vista creo que actúas mal” en vez de “creo que actúas mal”.
Para llegar al concepto útil de lo bueno y lo malo hay que eliminar lo absoluto.
¿Qué es lo bueno y lo malo?
Entonces ¿Siempre va a existir alguien que vea determinados actos malos como buenos y por ello hay que permitirlos?
Para empezar, cada sociedad ha heredado gracias a su historia y su sociedad, unos conceptos sobre lo bueno y lo malo sobre los que establecer juicios en beneficio de un determinado modo de vida con el que se han identificado, aunque como hemos dicho, los tiempos y las personas cambian, y en ocasiones no toda la sociedad se identifica con dichas normas, por lo que van cambiando, o deberían.
¿Es el bien un espejismo?
Si cada sociedad tiene unas reglas que intentan sustentar una moral , habría que partir sobre el denominador común de lo que defiende cada sociedad, al menos mayoritariamente, para alcanzar un concepto universal que marque la ruta del bien, tomando la ruta del malo como lo opuesto.
Dicho concepto común a todas las culturas lo encontramos en la dignidad humana, defender al propio humano es lo racional, pues la razón parte de él. Éste concepto de entrega al semejante no solamente está protegido por las leyes y códigos morales de la mayoría de las sociedades, sino que también es el mensaje que ha extendido mayoritariamente entre filosofías y religiones del mundo, y a día de hoy parece irrefutable.
¿Y ya está?
NO. Todavía hay una problemática que surge de las diferencias del propio concepto de dignidad humana, y todavía hoy sigue siendo motivo de derramamiento de sangre como excusa-tapadera de otros intereses.
Se puede decir que el bien y el mal son una cuestión filosófica porque es susceptible de la duda, y de que nuestra creencia en lo bueno y lo malo varíe según vamos variando nosotros mismos.
Taijitu
El taijitu, representado el ideal del ying y el yang, nos muestra como siempre hay fuerzas opuestas que se enfrentan, y de dicho enfrentamiento surge la fuerza de la vida y la evolución de las cosas, además, en cada una de las fuerzas se contiene una pequeña proporción de aquello a lo que se enfrenta, una verdad paradójica.
Cada idea tiene su contraria, y la razón es la misma desde cualquiera de los dos puntos de vista, siendo la única fuerza cierta aquella que no se ve, que es la que surge del enfrentamiento entre dos posturas.
Aplicando de forma práctica la lección del taijitu a nuestra vida podríamos decir que por conveniencia, y supervivencia, tendríamos que estar del lado que mejor respete la dignidad humana tal como quisiéramos que respetaran la nuestra, sabiendo que siempre va a ser a costa de ejercer de forma muda aquello a lo que nuestras creencias más evidentes se enfrentan ¿Acaso no encontramos esta paradoja en toda sociedad?
Aún afirmando que estamos en el lado del bien, hay que tener en cuenta que el lado del mal no muere nunca, siempre está ahí, y cuando crece demasiado se acrecienta su negación de forma natural, un rezo que de la misma manera sirve a la fuerza que enfrentamos.
¿Lucifer y Dios son el bien y el mal luchando por los controlar a los humanos?
En el mundo cristiano la lucha entre el bien y el mal se personalizan el Dios y Lucifer.
Para creer en este concepto hay que ponerse en un lugar muy particular, que sería bajo la creencia en la palabra de la biblia, algo en lo que no todo el mundo entra.
Igualmente es una representación de ese dualismo en lucha por un extremo y otro, que encontramos en tantas otras religiones y leyendas a lo largo de la humanidad, Horus y Seth o Zeus y Hades, la luz contra la oscuridad, lo vivo contra lo muerto, es algo tan antiguo como la propia contemplación y reflexión del mundo, tan antiguo como la noche y el día vistas bajo los ojos de un humano.
Lo importante en todo esto es saber que hay capas y enfoques de diferentes profundidades. Hay parte del bien y el mal que están en los ojos y la cultura del que mira. Y hay una capa superior más enfocada a la humanidad como ente único, en la que tendríamos que tener en cuenta una moral y una conciencia colectiva, en la que se escondería un bien y un mal bajo una pregunta ¿Estoy actuando con mi semejante como me gustaría que actuaran conmigo? ¿Es lo mejor para la supervivencia de la mayoría? ¿Es la forma más eficiente de gestionar el mayor sufrimiento posible?
Este artículo tiene puntos válidos para mí, encuentro sentido en ellos, así como encuentro lógico que cada quien opina distinto; en este sentido las personas poseen diferentes maneras de ver la vida. No creo en nada absoluto. Por tanto, no creo que haya un bien o mal absoluto.
Aunado a esto, pienso que no hay personas buenas o malas totalmente, sino personas que, al actuar de tal o cual manera, pueden afectarnos positiva o negativamente.
El bien y el mal no existen, son simples ruidos guturales sin ninguna materialidad, sólo los objetos individuales y concretos tienen existencia real
Lamentable y vergonzoso esta página tratando de confundir. El bien y el mal existen. Así como lo malo y lo bueno. Si se actúa de acuerdo a su naturaleza para lo cual fue creado o fabricado entonces está bien, pero si va en contra de su naturaleza entonces actúa mal. El hombre fue creado para amar por eso cuando ama está contento (hay que saber el verdadero significado de amar). Una licuadora fue fabricado para licuar frutas, si tu lo colocas piedras entonces está mal y no va a durar. Hay verdades absolutas que no pueden cambiar y nunca pueden cambiar pero hay otras verdades que sí. por ejemplo 1+ 1 siempre será dos, si en un accidente automovilístico por supuesto que habrá diferentes versiones que serán de acuerdo al interés personal, pero no podemos obviar que hay una verdad y fue la que realmente pasó y eso nunca va a cambiar. Es bueno pensar pero no caigamos en ……..
Yo… bueno, no tengo intención de insultar a nadie, es solo que, aunque se la respuesta igual voy a empezar con esto: ¿Por qué parece que se esfuerzan tanto por negar el sentido común? Yo soy muy joven pero desde aun mas joven pensaba que la única razón para hacer el bien es porque es el “bien”, he escuchado mucho de diferentes cosmovisiones e ideologías, la mayoría de las religiones por ejemplo se pueden desmentir con un poco de sentido común, aunque por mi experiencia personal puedo decir que las personas parecen tener el conocimiento entenebrecido como para verlo, yo jamás he dudado del “bien” y el “mal” también aunque he visto de cerca lo que se conoce como escepticismo y secularismo sobre ellas puedo decir que como en cualquier religión se necesita cierto grado de fe para creer en ellas, no tengo la intención de venir a aquí a hablar sobre mis creencia, mi ideal (hecho por mi mismo) y tampoco de que es lo que considero verdad. Pero aun así no voy a aceptar… no, no quiero tolerar que haya quien se disponga ha hacer pasar lo bueno y lo malo como meras ideas que puedes elegir seguir o no, yo no me meteré en la vida de otros pero tampoco aceptare que traten de hacer pasar sus acciones o palabras como lo bueno o lo que dice el sentido común. No hablare aquí de toda mi filosofía o como elegí vivir mi vida, no estoy comentando esto para tratar de atacar a la persona que escribió este articulo, yo solo quería decir que creo en el bien y el mal y no quiero quedarme ni voy a permanecer callado a este tipo de filosofías o argumentos que se quieren hacer pasar por “razonables”. bueno por ultimo aunque no se cuantos leerán esto hare algo muy vergonzoso, dejare la frase que hice en base a mis creencias, ideología, experiencias y mi propia rebelión (aunque no entiendan a que me refiero con esto ultimo): “No porque tengas razón significa que estas en lo correcto, no porque estés en lo correcto significa que estas en lo cierto y no porque estés en lo cierto significa que tienes razón.”
El bien y el mal no existen, son simples ruidos guturales sin ninguna materialidad, sólo los objetos individuales y concretos tienen existencia real
El bien y el mal son reales y absolutos
Los 10 mandamientos hijo y listo no se la compliquen,
O la otra sería ser un escurridizo, si vas hacer el mal y luego te arrepientas por la madrugada y al siguiente día lo vuelves hacer estas en un dilema bn abstracto as lo que tengas que hacer y vivan hermanos
No eres bueno, eres consciente,
Tampoco eres malo, eres inconsciente.
Entonces no hay mal absoluto, entonces ¿Castrar y desollar vivo a un joven qué significado tiene? Quizás sea un bien para el homicida que realiza el acto porque le da placer o recibe una compensación, pero para la víctima ¿Disfruta con el momento?
Señores, el sufrimiento y el dolor define el mal para los seres conscientes. Si bien es cierto que sin dolor no hay placer, a partir de cierto grado el dolor es mal absoluto, por lo menos para la víctima.
P.D. Es un símil con los “Gallus gallus domesticus”, los pollos para entendernos. Pues para mi, como vegetariano, es un horror tan sólo ponerme por un segundo en la piel del pollo, como ser consciente que es, y pensar lo que tiene que sufrir. Y el alivio que debe “sentir” al dejar de sufrir cuando muere.
Gracias por leerme y un saludo.
Hola buen día, pienso que el sufrimiento es opcional de acuerdo a nuestras creencias, y el dolor depende de las circunstancias si duele una vacuna a un niño pero indudablemente es para su bien. El privarse de ciertas comidas por llevar una cultura de respeto a los animales es en lo personal bueno siempre que el organismo tenga los nutrientes esenciales para la vida. Ahora lo importante es tratar a los demás como nos gustaría que nos traten para llevar una mejor convivencia.Mi forma de pensar por ahora es que en realidad todo siempre trae enseñanza, un abrazo.
Si es muy cierto, a veces me pongo a pensar estar en la piel de los pollos y es muy triste para ello:(
No soy vegana pero si tienes razón
Estaba buscando información sobre la bondad y la maldad y el artículo es fantástico. Pero los comentarios me han hecho volver a tener tendencias suicidas. Ahora no se si esto es bueno o malo. Los mediocres andan como bola sin manija y sueltan toda su filosofía de retrete como si fuera importante conocer lo que se les ocurrió mientras cagaban. Tremendo. Que era de mierda.
Es tonto decir que el mal es solo algo que nosotros vemos como tal, porque hay cosas que están mal como por ejemplo matar, si eso no es malo no se yo que sera, pero bueno no es. Así que sí, existe tanto el bien como el mal. Ya sea por nuestro propio criterio o no.
si el bien no esistiera el bien tampoco esistiera
Cada sociedad ha heredado gracias a su historia, unos conceptos sobre lo bueno y lo malo sobre los que establecen juicios en beneficio de un determinado modo de vida con el que se han identificado, los tiempos y las personas cambian, y en ocasiones no toda la sociedad se identifica con dichas normas. En algunas partes del mundo existe la circuncisión en las niñas/os de 15 años, pero no siempre utilizan los instrumentos necesarios para realizarlo, por lo que pueden generarse una enfermedad a las niñas y/o ninos pero para ellos forman parte de su cultura pero muchos lo ven mal. Entonces ¿Siempre va a existir alguien que vea determinados actos malos como buenos y por ello hay que permitirlos?
que profundo ronaldo
JAJAJAJAJAJA
Sin duda un tema para la reflexión teológica ,psicológica y filosófica
La verdad donde apoyarse ,se hace que dificulte ,todas estas disciplinas que
no se ponen de acuerdo ,pues todas las verdades son relativas y solas del fruto del cerebro humano.
Ejemplos hay y existen muchos ..el día y la noche..ambas se necesitan,pero que es mas agradable..obvio ,que el día de luz alegría…sin embargo los dos se necesitan .
Si en algunos libros sagrados,.el árbol del bien y del mal ….y?
Nunca sabremos,sobre esta dualidad incomprensible,solo DIOS.
SOY JUBAL789
Sin duda un tema para la reflexión teológica ,psicológica y filosófica.
La verdad donde apoyarse ,se hace que dificulte ,todas estas disciplinas que
no se ponen de acuerdo ,pues todas las verdades son relativas y solas del fruto del cerebro humano.
Ejemplos hay y existen muchos ..el día y la noche..ambas se necesitan,pero que es mas agradable..obvio ,que el día de luz alegría…sin embargo los dos se necesitan .
Si en algunos libros sagrados,.el árbol del bien y del mal ….y?
Nunca sabremos,sobre esta dualidad incomprensible,solo DIOS.
SOY JUBAL789
Voy a dar mi punto de vista sobre el bien y el mal.
Bien: todo aquello que agrada, o trae sentimiento de amor y felicidad.
Mal: todo aquello que desagrada, o trae sentimientos de dolor y pena.
Esto aplica a uno mismo y todo lo que nos rodea.
Espero les ayude!
¿Entonces si el bien y el mal dependeria de la ética y moral de cada persona que seria la justicia lo que en general a la mayoría nos parece ético y moral? ¿Pero en ese caso la justicia no seria justa y injusta a la vez?
No estoy segura de lo qué voy a decir.
Pero necesito sacarme está duda.
Se supone que existen dos fuerzas opuestas.
Quien determinó cual es buena y cual es mala?
Cómo saber si Dios desterro a “el mal”?
Si Dios no existiera
Como saber que está bien?
Miraríamos nuestros puntos de vista y haríamos lo que nos convenga?
Creeríamos a un ser supremo que nos diga que hacer?
No estoy segura de lo qué voy a decir
Pero necesito sacarme está duda
Se supone que existen dos fuerzas opuestas
Quien determinó cual es buena o mala?
Hasta dónde yo creó
Dios fue quién desterro “al mal”
Quedando como “el bien”?
Pero si no existiera
Quien determina lo bueno y lo malo?
Se supone que todo queda en nuestro punto de vista?
Determinando lo bueno y lo malo
Lo qué nos combine o no?
O creeríamos a un ser superior, alguien que nos guíe cómo ganado?
El tema del bien y el mal, es muy difícil de concretar ya que lo que a mi me puede parecer “bien” a otros simplemente NO…de lo que si puedo estar segura es que el bien y el mal están dentro de cada uno y es nuestra decisión como actuar…si bien o mal
Como decis mar, el mal y el bien surge del ser que busca uná respuesta ante la vida q propuso el credor. Es necesario tomar ambas fuerzas el ser o quedarse con uno? Todo lo q escribimos esta llena de emociones, tal como estamos haciendo en esta web llenar de opiniones para dar su veredicto… realmente seres capaces de sacar una respuesta concreta ? Surgen multiples respuestas hacia ella… es de inoportuno decir q tenemos una verdadera respuesta… u.u. no piense q al convertirnos en seres mas evolucionados llegaremos a una respuesta certera.. solo nos acodamos con nuestro entorno… para alcanzar… eso… q necesitamos? Subimos 10 escalones pero bajamos 10 de nuevo… hasta cuando..? Pero ahora subimos hasta 100!! escalones qq wtf, alcanzamos nuestra verdad pero luego estamos en la nada y otra vez comenzamos 0 6 85 1009 O.O
Pero nos educan al contrario, como si todo respondiera al equilibrio y lo raro fuese el desorden, entonces creamos un ser humano débil, sin virtud ni coraje. Habría que ir mostrando a los niños lentamente un mundo caótico y desordenado reflejo de nosotros mismos, enseñarles a crear soluciones propias e inciertas, mostrarles que la felicidad es algo frágil por lo que hay que luchar y que quizás podemos rozarla solo con los demás, compartiendo nuestra fragilidad, nuestro caos interno y comprendiendonos, luchando juntos contra nuestro inevitable fin, el caos, con uñas y dientes, pero siendo conscientes de que nunca ganaremos, es la batalla perdida de antemano a la que nos enfrentamos cada día, y si acaso la lucha es lo mas parecido a la felicidad.
Yo interpreto el mal como caos, y el bien orden, en nuestro universo prevalece el caos, lo raro es el orden, frágil, finito, que surge de la lucha, resultado de la rebeldía, de la creatividad, de la locura cuerda. Y si todos tenemos grandes dósis de caos también hay algo de orden en nosotros que ha permitido que las cosas existan, todo lo que existe tiene un cierto grado de orden dentro del su tendencia al desorden, gracias a la rebeldía al caos.
En cuanto al mal moral, yo lo interpreto como un reflejo de nuestra propia tendencia al caos, decía mi padre que el mal que inflinjimos a los demás depende del grado de amargura o caos que poseemos y escribía, somos de la pasta que nos han hecho, tu barro lo amasaron con turba y aguardiente de orujo amargo, después lo templaron a la luz de la luna en un fuego lento de leña resinosa y por último lo vidriaron con tintes de azufre y sangre de cabrito disuelta en mercurio. No deberiamos dejarnos invadir por la amargura ajena, deberíamos revelarnos y gestionar la propia, con humildad y sin culpa, cuestionandonos nuestras propias convicciones en un viaje de incertidumbre constante, buscando construirnos un jardín donde nunca mas sintamos miedo ni rechazo de nosotros mismos, con humildad y suficiente autoestima para seguir un camino propio e incierto, dispuestos al cambio constante a base de prueba y error, que creo que es nuestra verdadera esencia.
El bien y el mal no son polos opuestos, el mal es simplemente la alteración de lo que estaba en equilibrio. A su vez podemos calificar algo como bueno (equilibrado) o malo (alterado) según sus resultados o reacciones, ya que el fruto o los resultados de cada uno terminan afectando de manera que nos hace sentir tranquilos y satisfechos no solo al individuo si no también a su entorno. Pero para lograr esto todos tendríamos que tener un mismo objetivo en la vida que fuese mas grande que cualquier deseo personal, cosa que ni ocurre ni ha ocurrido nunca.
cuando algo es bueno solo para algunos deja de ser bueno el bien es aquello que beneficia a todos los seres de una comunidad etc.
yo afirmo que lo malo tiene estrecha relación con lo dañino lo cual por inherente consecuencia genera sufrimiento, ahí radica la maldad, no hay mas.
por el contrario y por lógico contraste lo bueno se encuentra en lo que provoca gozo, es decir, felicidad y que al mismo tiempo no conlleva sufrimiento alguno.
Ahí esta todo. No confundir inclinaciones o disgustos con lo ético.
Conoces la palabra de Dios o nomas filosofía
La filosofía no es la dueña de la verdad. Dios es el dueño de ella
El mal nos interpela a todos con su inquietante presencia en nuestras vidas. Sin embargo, en la enseñanza no reviste la importancia que merece ¿Por qué hay mal en el mundo? ¿Por qué lo permite Dios? ¿El mal entra en sus planes? ¿Debemos resignarnos frente al mal? Algunas reflexiones sobre este gran misterio banalizado en nuestra cultura.
Las preguntas y LA pregunta
El psiquiatra Viktor Frankl refiere que, en una oportunidad, luego de explicarle a su hija de 6 años que “el buen Dios” la había curado del sarampión, ésta respondió, para su desconcierto: “Muy bien, papá, pero no te olvides de que primero él me envió el sarampión”. Todos los educadores -padres y docentes- tenemos experiencia de cómo el tema del mal sale a nuestro encuentro una y otra vez, sin aviso previo, en nuestra relación con niños y jóvenes –además de cómo está siempre presente en nuestras propias vidas-.
Sin embargo, esta cuestión casi no aparece en forma explícita en los planes de estudio. Suele ser considerado en la materia Filosofía en algunas ocasiones y en las asignaturas de instrucción religiosa de algunos colegios confesionales. En cualquier caso, se le confiere una relevancia muy inferior a la que el drama del mal tiene en la vida real.
Llama la atención un contraste tan notable entre el lugar que se le asigna a un tema en la teoría y en la planificación y el que realmente tiene en la existencia concreta.
¿Qué respuestas surgen espontáneamente en nosotros cuando un hijo o un alumno, en esos momentos de profundidad existencial que irrumpen a veces en la vida familiar o escolar, realiza un planteo semejante? ¿Y cuando debemos hablar ante una desgracia sucedida en nuestra u otra familia, situación que nos obliga a apelar a nuestras últimas convicciones, más allá del discurso rutinario?
En un congreso de escritores comunistas celebrado en Moscú, el controvertido filósofo francés André Malraux preguntó de pronto, interrumpiendo el debate: “¿y qué hay de los niños arrollados por los tranvías?”. Todo debate, todo proyecto, toda afirmación, toda actividad -incluidos aquí los propios de la educación formal y familiar- depende en última instancia de que exista una respuesta a esta gran cuestión del mal.
En efecto, ningún tema como el del mal cuestiona todas nuestras certezas e interpretaciones de la vida. Detrás de todas las preguntas, es LA gran pregunta. En el Catecismo de la Iglesia Católica, por ejemplo, se afirma que “no hay rasgo del mensaje cristiano que no sea en parte una respuesta a la cuestión del mal” (Nº 309).
Se ha dicho que debemos al filósofo Epicuro, que vivió entre los siglos IV y III a. C., una de las primeras formulaciones precisas de este problema: “O bien Dios no quiere eliminar el mal o no puede; o puede, pero no quiere; o no puede y no quiere; o quiere y puede. Si puede y no quiere es malo, lo cual naturalmente debería ser extraño a Dios. Si no quiere ni puede, es malo y débil y, por tanto, no es ningún Dios. Si puede y quiere, lo cual sólo es aplicable a Dios, ¿de dónde provienen entonces el mal o por qué no lo elimina?”.
En ocasiones, los adultos ensayamos respuestas que se encaminan hacia soluciones correctas pero, con frecuencia, insuficientes. Y nuestros oyentes suelen notarlo. Por ejemplo, cuando respondemos sólo que Dios no causa sino que permite el mal. Pero, quien permite un mal que podría impedir, ¿no sería también culpable de él? Nuestra siguiente respuesta suele ser: “Dios lo permite para respetar nuestra libertad”. A lo que nuestro interlocutor suele contraargumentar -o, al menos, pensar- que la libertad que se estaría respetando sería la del victimario, pero no la de la víctima… Finalmente, cuando no nos quedan respuestas, solemos refugiarnos demasiado pronto en la idea de misterio (Ver recuadro ¡Misterio, pero no absurdo!).
¿El mal no es tan malo?
¿Cómo acostumbramos consolar a alguien que ha padecido un gran mal, cuando aspiramos a brindarle una perspectiva edificante o trascendente en medio del sufrimiento? Tendemos a decirle cosas como: “por algo habrá sido”; “Dios así lo quiso”; “no hay mal que por bien no venga”; “Dios sabe lo que hace”; “Dios te lo envió por un bien mayor”, etcétera. Esta mentalidad se ha identificado en nuestra vida con la perspectiva religiosa sobre el mal. Véase, por ejemplo, que la mayoría de las “cadenas de mails” pretendidamente religiosos que circulan por Internet suele tener esta temática: “en tu vida tuviste tales dificultades –una desgracia familiar, un fracaso, una decepción- pero, si las vieras desde Dios, descubrirías que no lo eran tanto, sino etapas del plan de un Dios amoroso que te guía y te va educando de esta forma. Cada golpe estaba cuidadosamente calculado por Dios para tu crecimiento personal”.
Es muy utilizado el “ejemplo del tapiz”. En nuestra vida alcanzaríamos a ver sólo el reverso del tapiz: un conjunto de nudos mal distribuidos y sin belleza. Si lo diéramos vuelta, descubriríamos un maravilloso orden que se nutría del aparente desorden y de la aparente fealdad que lo sustentaba. Así sucedería con nosotros: padecemos todo tipo de males, pero sólo lo son en apariencia, porque están integrados al plan pedagógico divino.
¡No! Es muy importante resistirse a una gran influencia cultural y poner en claro que ésta no es la postura religiosa tradicional, ni tampoco la postura del Cristianismo en particular.
Si tuviéramos que identificar esta perspectiva con un autor importante entre quienes la han mantenido, podríamos referirnos al gran filósofo Gottfried Leibniz, quien escribió la famosa Teodicea o “justificación de Dios” a comienzos del siglo XVIII. Leibniz recogía una mentalidad que se había difundido por Europa desde el siglo XVII. Podríamos resumirla en la frase del poeta inglés Alexander Pope: “Whatever is, is right”. Todo lo que sucede, está bien, porque responde al plan de Dios.
Este “optimismo” no es la única respuesta al tema que gravita sobre nuestra vida cotidiana en la actualidad. También hallamos la postura opuesta, que se alimenta de ésta. Ante los dolorosos sucesos recientes, el músico popular León Gieco preguntaba: “¿Dónde está Dios en una tragedia como la de Tartagal?”. Gieco repetía el principal argumento del ateísmo y del deísmo: es inadmisible aceptar que Dios se valga de los males para cumplir con sus fines, motivo por el cual debe deducirse que, si hay mal en el mundo, es porque Dios no existe o no interviene de ninguna forma.
La primera ruptura de la visión de “optimismo religioso” se dio en Europa en 1755, cuando la ciudad de Lisboa fue destruida por un imponente terremoto, que fue seguido por hechos de barbarie humana que escandalizaron a la sociedad de la época. ¿Cómo podía decirse que hechos tan espantosos fueran la consecuencia de la voluntad de Dios? Si esto fuera así, Dios no sería bueno, sino que sería un sádico que se divierte jugando con sus víctimas. El corrosivo pensador Voltaire (seudónimo de François Marie Arouet) criticó con amargura la postura optimista -que él mismo había seguido- y sus pretendidos consejos con una frase que debería interpelarnos: “No queráis consolarme, pues agriáis mis dolores. Sólo veo en vosotros el esfuerzo impotente de un desgraciado altivo que finge estar contento”. Quiera Dios que nunca nos hagamos merecedores de palabras como éstas…
El terremoto de Lisboa dividió y radicalizó las opiniones. Por una parte, quedaban los “religiosos” que se resignaban a aceptar la voluntad de Dios, aunque ésta incluyera males. Por otro lado, los ateos y los deístas, quienes pensaban que, aunque Dios existiera, no tenía participación alguna en nuestra vida. Era difícil hallar un término medio entre ambas posiciones. Es frecuente que también empujemos a nuestros hijos y alumnos a tener que optar entre estas alternativas, obligándolos a elegir entre ser buenos, religiosos, pasivos y resignados, o rebeldes, luchadores y ateos o deístas.
En el siglo XX, con su “paroxismo del mal” representado por los horrores de la Segunda Guerra Mundial y por los crímenes del nazismo y del comunismo, las cuestiones así planteadas son puestas a prueba nuevamente. “¿Qué Dios pudo permitir esto?”, pregunta amargamente el filósofo Hans Jonas en Dios después de Auschwitz. El Premio Nobel de la Paz Elie Wiesel, relató que el día de su llegada como prisionero a un campo de concentración, a los 12 años de edad y luego de acercarse por curiosidad a una fosa desde donde brotaba humo, vio “las caritas de los chicos convertirse en volutas bajo un mudo azur”, experiencia que “asesinó a su Dios y a su alma”.
¿Existe algún camino esperanzador distinto de los planteados por estas dos alternativas? Si lo hubiera, sería una de las cuestiones más importantes a tener en cuenta por todo educador. Con el objetivo de aportar algunos elementos para esta reflexión, recordaremos algunas pocas ideas orientadoras de la tradición filosófica y teológica judeo-cristiana anterior a esta gran dicotomía.
El mal es privación
Esta tradición de pensamiento consideró el problema del mal en toda su gravedad. No buscó respuestas “facilistas”.
Probablemente, la debilidad de los planteos modernos descriptos, todavía tan difundidos en la actualidad, radica en una aproximación superficial al tema del mal, de su terribilidad y de la necesidad de combatirlo. Así como la teodicea leibniziana olvida la gravedad del mal al convertirlo en un momento del plan de Dios, el ateísmo hace algo similar al convertir al mal en la ley de la vida contra la que no se puede luchar. Si no hay Dios y no hay parámetros para lo bueno y lo malo, el mal es un hecho bruto de nuestra misma existencia y no el fruto de una elección libre. Así como el optimismo superficial no puede responder a la pregunta Si Deus est, unde malum? (si Dios existe, ¿de dónde viene el mal?), el ateísmo, siempre pesimista, no puede responder tampoco a Si Deus non est, unde bonum? (si Dios no existe, ¿de dónde viene el bien?).
Por este motivo, sólo una profunda y valiente mirada sobre el mal puede ayudar a enfrentar estos problemas (Ver recuadro Una mirada valiente).
El principio fundamental acerca del mal sostenido por la tradición a la que aludimos consiste en que el mal es privación, herida, falta. No es una cosa o un ser, sino la ausencia, en un ser determinado, de un bien que le compete por naturaleza. Podemos definirlo como la ausencia de un bien debido. Nótese que, si se habla de algo “debido”, debe haber un orden o parámetro respecto del cual se lo considere, de tal forma que tiene que haber un orden natural pensado por Dios. Desde esta perspectiva, por tanto, sólo puede hablarse de mal si hay Dios.
Dispuestos a profundizar en este mal que es privación, cabe decir en primer lugar que existen distintas clases de mal. No es lo mismo una enfermedad grave que un asesinato. En el primer caso, el del llamado “mal físico”, no hay participación de la libertad humana, sino que se trata de males que nos llegan como “impuestos” más allá de nuestra conducta, como fruto de nuestra materialidad. En el segundo caso, en cambio, el del mal moral, se trata del resultado de actos libres. Siempre se ha considerado a los males de esta segunda categoría como los más graves e inadmisibles en absoluto (Ver recuadro Las clases de mal).
Con Dios contra el mal
¿Cómo puede haber mal moral, entonces? ¿Cómo puede darse el mal en un mundo creado y gobernado por un Dios bueno y omnipotente? ¿Cómo puede el hombre, que no es creador, hacer algo malo solo y sin la ayuda de Dios?
Una de las claves para reflexionar acerca de estas cuestiones consiste en ser fieles a la premisa de que el mal no es un ser, sino su falta. De hecho, por este motivo, los pensadores medievales afirmaban que el mal no tenía causa eficiente sino causa deficiente. En efecto, es distinto preguntarse por la causa de que algo esté que por la causa de que algo no esté. Esta última causa no es un acto, sino la falta de él. Si me pregunto por la causa de que una torta haya salido amarga, esta causa no será un acto, sino la falta de él: el no haberle puesto azúcar.
De esta forma, la causa del mal moral es deficiente, es un “no”, es un no haber aceptado lo que era real, natural, lo que Dios nos había movido a realizar.
¿Cómo es que el hombre puede causar algo sin la ayuda de Dios? No puede hacer algo bueno sin su ayuda o causa primera (por eso decimos que el hombre siempre es causa segunda en el bien), pero sí puede hacer algo malo como causa primera porque, en rigor, para hacerlo debe “no hacer”. El filósofo Jacques Maritain parafrasea la sentencia evangélica “Sin Mí nada podéis hacer” para expresar esta idea: “Sin Mí podéis hacer la nada”. Hacer el mal consiste en introducir una cierta nada en el mundo, una herida de no-ser.
Dios, por lo tanto, no está implicado en la causa del mal ni introduce el mal en sus planes. Dios sólo nos ha movido al bien y en su plan originario (podríamos llamarlo “plan A”) no se incluía la presencia de este mal que no debería haberse dado.
Más allá de las fórmulas más abstractas, se trata de una experiencia de los hombres de todas las épocas: todos los grandes santos, héroes, artistas, pioneros, se han sentido llamados a cumplir una misión, han vivido su experiencia como una inspiración (en otras palabras, se han visto como “causas segundas en el bien”). Por otra parte, todos los que han hecho el mal en sus formas más graves, han fantaseado con ser “causas primeras”, con ser como “dioses”. La esencia del pecado, en todas las culturas, consiste en esto: en querer ser como Dios, causa primera, y esto sólo puede lograrse deficientemente, haciendo el mal.
En una de sus novelas, el escritor inglés C. S. Lewis decía, a través de uno de sus personajes: “en el fondo, hay dos clases de hombres: aquellos que dicen a Dios ‘hágase tu voluntad’ y aquellos a quienes Dios dice ‘hágase tu voluntad’”.
Ahora bien, una vez que ha tenido lugar lo que nunca debería haber acontecido (el mal en el mundo), Dios -que de ninguna forma quería que sucediera-, no deja que este mal tenga la última palabra. Dios tiene un “plan B”, llamado Providencia.
Nos encontramos ahora en medio de ese devenir dramático. Por eso es que el Cristianismo no es una visión estática del mundo sino histórica: estamos llamados al compromiso de luchar contra el mal: cum Deo contra malum (con Dios contra el mal). San Agustín describe este devenir en La ciudad de Dios, hablando de “las dos ciudades” que, como “el trigo y la cizaña” de la parábola evangélica, combaten entremezcladas hasta el fin de los tiempos.
Podría decirse que Dios “lucha contra el mal” de tres maneras: ordenando absolutamente todo al bien con su voluntad originaria; impidiendo ciertos males particulares por una intervención extraordinaria (todos hemos vivido situaciones en las que experimentamos esta intervención especial de Dios, que vivimos como gratuita porque no sería injusto si no interviniera, ya que se trata de una protección que no nos es debida por naturaleza); velando por el que sufre y ordenando todo mal acaecido a un bien posterior. A nivel sobrenatural, que supone la Fe, el misterio de Cristo y de su Redención es la respuesta más profunda y plena al misterio del mal.
En este “plan B”, entonces, Dios no permite el triunfo del mal sino que de él siempre saca un bien, bien que no necesariamente vemos. ¿Por qué, sin embargo, no podríamos consolar a alguien diciendo que “no hay mal que por bien no venga” o que “Dios sabe por qué lo hizo”? Porque, en primer lugar, Dios absolutamente no quiere el mal, ni siquiera como medio para un bien. Sólo supuesto que haya acaecido un mal que no quiso, no permite su victoria final y saca un bien de él. Pero se trata de un bien al que hubiera sido mejor llegar por otros medios. El mal es mal para toda la eternidad. Dios lo perdona y lo redime, pero no lo borra como diciendo “aquí no ha pasado nada”. Por eso, más allá de que sepamos que finalmente llegará el Reino de los Cielos, éste puede llegar de muy distintas maneras, con mayores o menores pérdidas de por medio. El Cristianismo, por lo tanto, invita a la acción y a la lucha contra el mal.
Es frecuente decir que alguien comienza a superar un grave mal que ha padecido cuando deja de preguntarse, en relación a Dios, por qué y empieza a preguntarse para qué. El por qué se refiere a la causa eficiente del mal, y Dios no está implicado de ninguna forma en ella. El para qué, en cambio, se refiere a la causa final. Dios no permite, como decíamos, el éxito del mal. Todo consuelo humano, entonces, implica acompañar con mucha cercanía al sufriente, comprender la terribilidad del mal, transmitir que hay un Dios que de ninguna forma lo quiso, que dispuso todo para que no ocurriera y, finalmente, que no abandona al que sufre sino que lo dirige hacia un bien que supera ese mal -aunque no anula lo padecido-. El filósofo Robert Spaemann relata que, al visitar Lourdes, había quedado más impresionado por la actitud que adoptaban quienes no habían sido curados que por las curaciones milagrosas que había presenciado. Según Spaemann, quienes continuaban sufriendo comprendían que, si no habían sido curados, sus padecimientos se orientaban hacia un bien, tenían un “para qué”. “Y el sentido consuela”, concluye.
Es muy importante que el tema del mal recupere su auténtico lugar en la educación. Un lugar en el que no lo convirtamos ni en banal ni en trágico. Sí, en cambio, que nos permita afrontar el drama de nuestra existencia con auténtica comprensión por el sufrimiento, comprometidos en una lucha asumida con profunda esperanza.
Recuadro 1. ¡Misterio, pero no absurdo!
Cuando no nos quedan respuestas, solemos apelar al expediente de decir que no podemos razonar más sobre el mal en el mundo, porque el tema es un misterio. Inclusive, esta salida suele incluir un velado reproche a quien se haya aventurado más allá en sus reflexiones, al invitarlo a callar y a no tener la presunción de querer entender lo que es ininteligible. Este último recurso, también utilizado a veces en la enseñanza religiosa, es realmente perjudicial, porque supone el error de identificar el misterio -lo que no es contradictorio pero excede el alcance de nuestra razón- con el absurdo -lo que en sí mismo es contradictorio o irracional-. Para nuestra tradición cultural, el tema del mal no es contradictorio aunque, por supuesto, es misterioso.
El teólogo Charles Journet dedica su libro clásico sobre el mal “a los que saben odiar el absurdo y adorar el misterio”. En efecto, una actitud conduce a la otra. Si amamos el misterio debemos, por fuerza, combatir el absurdo, reflexionar con nuestra razón sobre el tema. Esta reflexión suele ser olvidada en la educación.
Recuadro 2. Una mirada valiente
Según el teólogo Charles Journet, en esta vida sólo quien desciende a los abismos del mal puede ascender a las alturas de Dios, así como únicamente quien asciende a las alturas de Dios está preparado para descender a los abismos del mal sin banalizarlo o justificarlo.
Podemos vivir buena parte de nuestra vida con una idea de Dios superficial, pero cuando el mal golpea a nuestra puerta y nos muestra su horrible rostro, estamos obligados a profundizar. Todos sabemos por experiencia que descubrimos una singular madurez en nuestros alumnos o en nuestros hijos que han sufrido por distintas circunstancias. La cultura posmoderna, con su intento de ocultar o negar el mal y el sufrimiento, en lugar de enfrentarlos, bloquea la vía de acceso preferencial a una vida significativa y profunda. El gran filósofo Max Scheler afirmaba que “el mal nos libra de la frivolidad metafísica”.
Recuadro 3. Las clases de mal
Se ha llamado mal físico al mal que no es libre. ¿Por qué debe haber mal físico? Porque somos seres materiales, corruptibles. En la misma naturaleza de los seres materiales está implicada una cierta fragilidad existencial o contingencia. ¿Podría Dios haber eximido de este mal a los seres que creó? Podría haberlo hecho por intervención sobrenatural, pero este resguardo no sería debido a la naturaleza de los seres materiales. ¿Es injusto que Dios haya creado seres expuestos al sufrimiento y a la muerte? No, si entendemos que la justicia consiste en “dar a cada uno lo que corresponde”. Conforme a la Revelación judeo-cristiana, Dios de hecho exceptuó al hombre del sufrimiento -excepción que el hombre perdió por el pecado original-, pero no habría sido injusto si no lo hubiera hecho. Puede decirse que Dios no quiere el mal físico, pero que lo “acepta” como parte del mundo material. En el mismo planteo del problema de la muerte del hombre –tema de importancia fundamental que será tratado en otro número de Creciendo en familia- está el comienzo de su respuesta: la muerte es un verdadero drama para el hombre precisamente porque éste no es sólo material…
El otro tipo de mal, fruto de la libertad, es llamado mal moral. No debería haber existido y podría no haber existido. Más aún, lo más razonable y esperable habría sido que no se hubiera dado. Éste es el fondo de la doctrina del pecado original, doctrina compartida por las grandes religiones monoteístas y, en alguna medida, por todos los filósofos que han entendido al mundo como creado por Dios, ordenado y bueno. El pecado original, el primer mal moral introducido en el mundo, es un gran cataclismo histórico. Una locura humana, gratuita, a la que nada inclinaba.
Este mal moral tiene dos caras: la cara activa de quien lo realiza (llamada mal de culpa) y la pasiva de quien lo sufre (llamada mal de pena). Toda persona que realiza un mal de culpa sufre también un mal de pena. Pero lo más difícil de entender es el misterio de la iniquidad: el de los inocentes que reciben un mal de pena injustamente.
En comparación con este último, el sufrimiento del puro mal físico, aunque terrible en sí mismo, no es tan angustiante como el del mal de pena. Una persona con una enfermedad muy grave puede enfrentarla con paciencia y hasta con alegría. La amargura en esos casos suele provenir de rencores, culpas y resentimientos propios de mal moral y no del puro mal físico. Téngase en cuenta, además, que el mal de pena acrecienta el mal físico. En este mundo hay más mal físico que el que debería haber (producido por actos libres de los hombres, como por ejemplo los desastres ecológicos o las enfermedades resultantes de una vida desordenada). Esta relación entre el mal físico y el de pena se da en ambas direcciones: el mal físico puede aliviar el mal de pena. Este es el fundamento de que una persona pueda sufrir o sacrificarse por otra, cuestión tan importante en el Cristianismo.
La humanidad en general no considera al mal físico como mal en sentido absoluto. Según el criterio más extendido, puede provocarse un mal físico para evitar otro mayor. Por ejemplo, un dentista o un cirujano pueden provocarlo en el caso de que sea proporcionado al fin buscado. En otras palabras, el mal físico puede entrar en un plan que tienda hacia el bien.
“El fin no justifica los medios”, por lo tanto, es una máxima que se refiere al mal moral y no al mal físico. Nunca, bajo ninguna circunstancia, puede hacerse un mal moral, ni siquiera buscando un bien posterior. El mal moral es el mal en sentido absoluto. Dios no puede quererlo ni directa ni indirectamente y no debería haber existido. La gran pregunta sobre el mal, entonces, se refiere al mal moral.
Hay una ley universal sobre la atracción de los opuestos, por más que tratemos de opinar si existe o no el bien y el mal solo son palabras que han sido manipuladas y por eso surge la aversión a una y la entrega a otra. Lo que conocemos del universo está regido por esta inexorable ley, nuestro grado de conciencia o evolución es clave para saber de qué lado estamos.
Un maestro dijo que entre la oscilación de una y otra existe el justo medio, nosotros al no ser capaces de permanecer equilibradamente en el justo medio nos hace a veces de justificar aquel estado al que más nos acercamos. Lo ideal sería comprender y colocarnos más allá de los pares de opuestos….. será eso posible?
De acuerdo entiendo. Entonces mi pregunta es: ¿creer que el bien y el mal son conceptos relativos es una creencia correcta y buena en términos relativos o en términos ABSOLUTOS?
Espero respuesta.
Si la respuesta es en términos ABSOLUTOS el árticulo no es correcto y si es en términos RELATIVOS el árticulo no dejar de ser una opinión escrita, no obstante, en términos ABSOLUTOS.. Otra paradoja…
¿Para que el Bien y el Mal?¿Podemos existir sin Bien y Mal?
Entonces con la noción básica que vemos del bien y el mal en la introduccion del texto, podemos decir que lo que nos dicen desde niño como bien y mal, no surge realmente de nuestra decision, sino que son los gustos y disgustos de nuestros padres, de tal manera que la forma de ver la vida de los delincuentes se debe a que su moralidad esta comprendida para ver el delito como algo bueno, y el no delinquir seria su vision del mal.
Entonces, tomando otro ejemplo aun mas filosofico, que nos dicen de los niños que fueron criados por sus padres a que en el colegio respeten al profesor y sean corteses, y que al enfrentarse a la adolescencia estan mal preparados para defenderse de las bromas de sus compañeros por que su vision del bien, les dice que ser grosero con otra persona esta malo, por lo tanto, dejarse perder es la mejor opción, y el niño sufre tantos insultos que al cumplir los doce años se suicida.
¿No estamos siendo demasiado influyentes como sociedad al ponernos regla entre bien y el mal y que eso haga que las personas no puedan ser libres?
y que niños no tengan la valentia de defenderse, ni de ser tal cual como sean, porque hay reglas que los limitan, ¿que es la libertad? ¿hacer lo que realmente quiero hacer, a pesar de que eso vaya en contra del bien de mis padres, o de mis amigos, de la sociedad entera? ¿o la libertad es una ilusion, en donde realidad hacemos lo que los demas nos dice que esta bien?
Hola, primera vez en este blog, es sabio y concuerdo con casi todo lo expuesto en este postulado y sus comentarios, pero me pregunto, ¿acaso esas diferencias de percepción sobre lo que es bueno o malo no se manifiestan también en todas las otras distinciones? es decir, cuando decimos o hablamos de “la dignidad humana” también deberemos de aceptar que para cada individuo esa dignidad puede ser o aparecer ligeramente y muy diferente de la de otro ser, y así con todo lo demás, mi apreciación particular (hoy por hoy) es del tipo de reconocer que en este plano (y en toda la naturaleza del universo) nada es maligno, todo cumple con un propósito elevado a pesar de nuestra ignorancia, además todo aquellos que percibimos como maligno es un espejo en el cual nos estamos reflejando!!!
Es necesario el mal para que exista el bien y biseversa
Tengo una duda..¿Es solo el pensamiento occidental el que se estructura en dicotomías?, o ¿El pensamiento humano?
Gracias!
El “bien y el mal” es, filosóficamente hablando, un concepto subjetivo ético humano. Éste surge de la capacidad natural del pensamiento y de la capacidad de variabilidad del entorno en el que vivimos. Esto es, toda idea tiene una contra-idea, y será la ética del individuo quien la califique como “buena” o “mala”.
mira moro mierda, viva vox y vete a tu pais
El que estas fuera de lugar eres tu.
Gusto en saludarte. Yo pienso como tú, la moral fué creada por el ser humano (el hombre, ya que nuestra cultura es patriarcal). La clave está en “amar al prójimo como a tí mismo”, o sea como dijo Benito Juárez “el respeto al derecho ajeno es la paz”. Hay actos que en la mayoría de las culturas están mal, como el matar (a excepción de hacerlo en defensa propia), la pedofilia, la violación, el robo, la corrupción y otras más, y son penalizadas.
Genial!,me encanta este blog.
existe el bien y el mal para que se acerquen ala verdad
Saludos;
El bien y el mal, en mi opinión es un gran tema antropológico, por ello no veo bien su relación con la naturaleza. El ejemplo del tigre no es lógico, que un tigre caza para vivir es lo propio de un tigre, lo mismo que lo propio de un árbol es la fotosíntesis.
El ser humano, en cambio, es diferente. El propio ser humano también caza, o corta una lechuga para comérsela, pero porque es propio del ser humano hacer eso, es decir, debemos de mantener una base biológica, sino, moriríamos, pero, a parte de todo esto, el hombre tiene otras capacidades superiores, muy superiores.
Un tigre no puede adoptar a otro tigre. Un tigre no puede discutir sobre la Verdad. Un tigre no puede deducir matemáticamente algo. Todo esto hace al hombre muy superior a cualquier otra forma de vida.
Esto lo enlazo con el bien y el mal. Filosóficamente hablando, el Bien existe. Esta idea queda muy clara en el Fedón o en el Fedro de Platón. El Bien NO es algo relativo a la cultura, porque es superior a la propia cultura. Platón, dándole voz a Sócrates demuestra la profundidad del pensamiento griego en el momento en que demuestra como el bien, lo bello, la justicia… son entes superiores. No se puede hablar de la naturaleza y del bien porque no son del mismo plano ontológico, es como sumar peras y manzanas.
El mal, asimismo, no existe. El mal, filosóficamente hablando, sería, por así decirlo, antihumano. El mal es, y aunque parezca muy popular, la ausencia del bien, igual que el negro es la ausencia de color. La afirmación primera ensimismo es imprecisa, porque algo no puede no existir (principio de no contradicción), pero creo que demuestra su naturaleza.
Un saludo a todos.
pensamientoyarte.com
Lo que esta bien para mi, no esta bien para otro, entonces el Bien tiene que ser Múltiple, para ser mio y del otro también.
Si mi bien y el bien del otro es el mismo bien, entonces el Bien tiene que ser Único.
Por lo tanto, el Bien tiene que ser de esencia Múltiple y Único a la vez.
Por eso Si existiera el Bien, existiría en una realidad con mas dimensiones que la nuestra, de modo tal que le permita ser Múltiple y Único a la vez.
hola estoy escribiendo un capitulo entre el bien y el mal y me gusta tu opiñon puedo preguntarte y dar mi opiñon lo que yo pienso sobre el bien y el mal
Yo descarté el bien y el mal desde muy pequeño. Mis abuelos tenían una gata que había parido 4 gatos, 3 negros y uno blanco, el blanco era mi favorito, le daba de comer, lo abrazaba, jugaba…, hasta que su madre lo aborreció, lo mató y se comió parte de su cabeza. ¿Maldad?¿Naturaleza?, no lo se, pero lo que yo vi como una atrocidad, la gata y mis abuelos lo veían normal (3 puntos de vista dispares y muy a tener en cuenta)
De todos modos, mi moralidad se apoya en una única regla, “respeta a los demás como te gustaría que te respetaran”. No se si esto me lleva a realizar “buenas” acciones, pero yo duermo tranquilo.
Hola Alberto ! me ha gustado mucho tu blog, y ya te estoy siguiendo 🙂 te invito a pasarte por mi blog : arbol-de-amor.blogspot.com.ar (apuesto a que también te gustara)
Saludos!
¿El bien, mal hecho?
En la naturaleza no coexisten el bien y el mal, ambos son significados
culturales, convenientemente proyectados sobre la naturaleza para dar
contenido al ideario humano. No hay maldad en el instinto de un tigre
que alcanza y devora a un ciervo, ni bondad alguna en un ave que
regurgita alimentos para sus pollos. Pese a ello, la maleducada y peor
aprendida cultura humana, salvando algunas fuentes de luz natural,
percibe esas dos deformaciones como si de entidades naturales se
tratase; el bien y el mal. Así, se evidencia este maniqueísmo como pura
emoción humana, a menudo funcionalmente servil, que no útil, a intereses
también humanos.
En los medios de comunicación masivos,
aparecen reseñas de catástrofes naturales casi a diario, pero sólo serán
catástrofes siempre que el suceso afecte a un número dado de seres
humanos y alguien, incluso sin ser un factor indispensable, sea testigo
presencial. Por otro lado, un suceso natural que no afecta a nadie y del
que nadie es testigo, será justamente eso, algo natural. El desborde de
un río en medio de ninguna parte o el susurro lejano del
desprendimiento de rocas, por ejemplo; serán naturaleza en estado puro.
Así, si las cosechas son buenas, damos gracias a dios por los dones
recibidos, mientras que si una tormenta destroza nuestros cultivos, será
obra de la madre naturaleza. Otra vez la percepción humana decide
arrogante, lo que es bueno o malo, pues nos afecta para bien o para mal o
por el contrario nos resulta indiferente.
Un soldado del
ejército de los EEUU, en Texas, se levanta, desayuna en familia y se va a
trabajar. Su trabajo consiste en sentarse delante de una consola de
realidad virtual y recibir de su superior ciertas coordenadas espaciales
(GPS). Él, desde su puesto de control, guía un avión vía satélite, no
tripulado, un Drone, y esquivando cruces de bits en su monitor,
digitalizadas cual baterías antiaéreas o radares enemigos, alcanza
dichas coordenadas donde dejará caer su carga letal; café con rosquilla y
a ver el partido de fútbol después. En dicha jornada de trabajo, no hay
necesidad intencional de matar a nadie, no hay voluntad de asesinar, no
hay oscuro placer en la aniquilación sistemática de ser humano alguno,
ni tampoco deseo satisfecho alguno que pueda inducir a un tórrido goce
posterior, sólo hay un perverso ‘videojuego virtual’ donde un tanteador
indica que se ha acertado o errado el disparo.
“Banalidad del
mal”. Sin embargo, el soldado profesional, es consciente de empuñar la
muerte en sus actos, pero no tiene indicios de haber matado a ningún
inocente, cosa harto demostrada, por desgracia. Ese soldado sólo se
siente responsable cuando percibe vidas destrozadas, como si se tratase
de una catástrofe en la que el desbordamiento de un río se cobra vidas
humanas. Si no hay gente es una fenómeno natural, o mejor dicho,
falsamente naturalizado en su consciencia; con víctimas en cambio,
deviene catástrofe. Para el soldado, cegado virtualmente de ver los
resultados, (intencionadamente claro está, por parte de sus superiores),
sentir no es una alternativa, tampoco el remordimiento, ni la culpa, ni
siquiera percibe lo real, para él existe su realidad simbólica
(virtual) de atacar ’emplazamientos’ del enemigo; un videojuego. Su
indiferencia ante el sufrimiento ajeno, ni siquiera es percibida o en
última instancia tampoco genera remordimiento alguno; son cosas que
pasan, dirá, así ha sido siempre. No necesita conocer los efectos
colaterales, su ignorancia es una anestesia vital. El tiempo lo tornará
en un tedio costumbrista. Lo acaecido no saldrá como titular en los
medios de comunicación, aunque tal vez sirva como escenario virtual para
recrear nuevos videojuegos de guerra verosímiles, de esos que niños y
gentes de edad con mentes ancladas en una eterna inmadurez, tanto desean
y gustan consumir, familiarizando sus mentes hasta hacer callos
neuronales con sucesos mil veces vistos en las noticias; pura anestesia
para inhibir un mínimo factor de sorpresa residual.
La filósofa
Hannah Arendt dirá: ‘es responsable y culpable, pues hace el mal,
aunque lo ignore’, pues no duda, ni se cuestiona su trabajo, sólo lo
ejecuta. De estas frases, me quedo con un segmento en particular;
“aunque lo ignore”. Ella lo dejó magistralmente expuesto en su libro,
Eichmann en Jerusalén, con el subtítulo ‘Un informe sobre la banalidad
del mal’. De eso estamos hablando, de cómo esa ‘Banalidad del Mal’
disuelve toda responsabilidad en la mente humana, banalizando el
execrable crimen, naturalizándolo como el desbordamiento de un río del
que ningún medio de comunicación masivo y tal vez orgánico al poder de
turno será testigo, pese a contener víctimas.
Pero… ¿qué hay
de nuestro tigre cazando al ciervo o del ave que alimenta a sus pollos?
La deformación acerca de como percibimos esos sucesos en la mente humana
es casi tan antigua como nuestra religión de turno histórico. Para
cualquier hombre o mujer de fe, (la mayor parte de la población
mundial), el bien y el mal están ahí fuera, cual entidades eternas que
nos impregnan y excusan siempre, pues seremos buenos gracias a dios que
nos ofrece su redención eterna, o por el contrario seremos malos,
víctimas del mal personificado en el ángel caído. Así acusaremos al
diablo de todas las desgracias y crímenes del pecado humano, y al mismo
tiempo honraremos a dios por toda la belleza y bienestar espiritual que
sólo de su corazón es capaz de manar. Dicho así, no parece demasiado
claro pero la realidad nos sirve de ejemplo. En política, es fácil
satanizar a quien atenta contra nuestros intereses y sacralizar a
quienes defienden nuestros argumentos. Todo se reducirá a guerras y más
guerras, en el nombre de algún dios verdadero contra otro falso, para
aniquilar a aquellos herejes que honran al dios equivocado; Lucifer para
el caso suele estar muy socorrido.
Pues no. Mantengo que el
bien y el mal son producciones subjetivas de la mente humana, están
dentro y no fuera de cada uno de nosotros y por tanto somos únicos
responsables de ello. El bien y el mal, como supuraciones a menudo
tóxicas de nuestra psique, y nutridas hasta la obesidad por educaciones y
culturas de dudosa veracidad y reputación, sirven sin embargo (tal y
como Sigmund Freud especuló), como muro de contención sobre toda forma
de exceso humano, son parte de la cultura, lo educado y aprendido. Pues
sí, para eso sirven, sin embargo no son dogmas, sino meras
interpretaciones que emulan lo real a través de realidades que sirven
para escenificar conductas soportables, para que nuestra especie no se
aniquile a sí misma. Por tanto, son realidades pensables, y asumidas
así, el bien y el mal, son paradójicamente ingredientes mejorables, por
la cuenta que nos trae como especie.
Excelente tu pensamiento, el ser humano es quien pone las pautas del bien y el mal y sin embargo en todas estamos errados ya que los puntos de vista varían a los ojos de quien lo contempla.
Cuando digo que estamos “ERRADOS”, caemos nuevamente en el bien y el mal.
osea que, simplificando, el bien y el mal, el amor y el odio son solo un invento del ser humano. no?
Estas equivocado lo contrario al amor no es el odio es el olvido.
Los dos están equivocado lo contrario al amor es el MIEDO.
el contrario del amor es la hostilidad
El bien y el mal es una respuesta a la necesidad Humana de Dirección. “¿Con que parámetros conduciré mi existencia? ”
Las Respuestas debajo también están atados al bien y el mal, siguen el mismo paradigma de Dirección.
LO CONTRARIO DEL “AMOR” ES “ROMA” DIJO EL MAMON JAJA JEJE OK PUES NO BYA
Magníficamente expuesto y muy bien razonado. Enhorabuena.
Anoche vi la película sobre Hannah Arendt y esta mañana me he levantado dándole vueltas a la cabeza sobre el bien y el mal. He recurrido a Internet y tras leer unos cuántos artículos que se perdían en San Agustín y cuestiones religiosas (sin el bien y el mal pocas religiones sobrevivirían), he hallado este artículo de Osvaldo que creo encaja en mi línea de pensamiento. Tal vez por eso pienso que es muy “bueno”. Aunque si pienso que es “bueno” porque encaja en lo que pienso, tal vez eso sea “malo” y deba buscar otras opiniones más divergentes… ¿o no? Pero… ¿y si sí, que diría José Mota?
Una pregunta, el bien y el mal dices que son buenos porque hace que “no nos aniquilemos a nosotros mismos”, pero…
¿Y si una persona ser da cuenta de todo lo que destruye/mata el ser humano, y considera a el humano malo y cree que lo bueno sería acabar con la especie?
Ya que para vivir el humano tiene que comer, animales o plantas que antes estaban vivos, y si no hay algo muerto cerca de el y comestible, tiene que matar.
El bien y el mal el humano lo usa para su conveniencia y según su punto de vista.
Lo mejor sería seguir el camino de la supervivencia de la especie en vez de el de el bien o mal, o decir que seguimos el camino más comodo o conveniente para uno mismo.
Mi humilde opinión.
http://www.bsolot.info/wp-content/pdf/Onfray_Michel-Antimanual_de_filosofia.pdf
Genial aporte! Toda una referencia!
Lo voy a compartir por las rrss.
Gracias.